Un día en el olvido...

Al principio el olvido no olvida, suelen doler los caminos del tiempo y los gestos resucitan.

Regresan a desenterrar momentos amados, deseas con fuerza que no se evaporen.

Mantienes indeleble la historia estancada.

Andas y desandas lo andado y la memoria de ese rostro te sigue y cambia de lugar como un paisaje…

Cierto día, la mañana se puebla de plumas y susurros, el aire arremete de intemperie del cuerpo

dejándolo salir a suaves campos, haciendo nuestra la memoria, y podemos olvidar, aparece el vocablo preciso para nombrar la ausencia que deja paso al agua, a la luz... y el olvido llega mansamente volando con el viento.

Por la tarde, sólo la sombra del recuerdo permanece en el rostro débil, y necesaria...como un beso.

El éxtasis antiguo abre camino a la dulzura que andaba a la deriva con algas y sal, como peces abismales miramos hacia arriba, pasado el oleaje un mar tranquilo, azul como un enorme lago, con caminos que nos conduce de nuevo a la deriva.

Se renueva el lenguaje con la noche y un sueño amado y dulce nos ciega los ojos absurdos de la piel y el olvido.

Mansamente vuelve el aire, la isla ha cambiado su verde, su olor y su sabor, las palabras de antes ya no sirven, el día se va como un vuelo de pájaro y la noche es una espesa y tibia sombra que nos cubre con distintas significaciones y entonces el olvido dulcemente vuelve.