
Los niños no son propiedad de nadie: ni de sus padres ni de la sociedad.
Sólo pertenecen a su propia libertad futura.
Pero en los niños esta libertad no es todavía real;
es sólo una libertad en potencia.
La sociedad, cuyo futuro depende por completo
de la adecuada educación e instrucción de los niños
no sólo tiene el derecho sino también la obligación de velar por ellos,
son los único guardianes de la inocencia.



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